El límite de donaciones a niños sin declarar al Tesoro es definido por la ley

Una tendencia creciente entre los millonarios es la decisión de no dejar una herencia a sus hijos. Ejemplos como Bill Gates o Warren Buffett han marcado este nuevo enfoque que busca transmitir el legado de padres a hijos de otras formas.

A pesar de esta tendencia, no es necesario ser millonario para observar casos en los que los padres desean transferir parte de sus bienes a sus hijos mientras son jóvenes.

Ayudar a los niños es un instinto natural. Es común que los padres deseen apoyar económicamente a sus hijos al independizarse, estudiar en el extranjero o simplemente hacerles regalos. Sin embargo, el instinto primario de cualquier padre no es dar dinero a sus hijos los fines de semana, sino pagar impuestos.

Las donaciones de bienes y muebles, reguladas por el Artículo 618 del Código Civil, son actos de generosidad que implican la disposición libre de un activo para apoyar a otra persona. En términos de impuestos, las donaciones a hijos conllevan tributación similar a una herencia, involucrando impuestos sobre ganancias de capital, renta personal y sucesiones y donaciones.

Aunque donar dinero puede parecer la opción más sencilla, es importante tener en cuenta que Hacienda regula estas transacciones. A pesar de que no existen restricciones específicas sobre el monto de las donaciones, la Agencia Tributaria puede requerir información financiera ante ciertos cambios normativos relacionados con blanqueo de capitales y financiación del terrorismo.

Las donaciones de padres a hijos están sujetas a impuestos, como las herencias. La administración de estos impuestos varía por municipio, con exenciones considerables en algunas regiones como Madrid, País Vasco o Andalucía. El exceso de ciertos límites implica el pago de impuestos correspondientes.

Una alternativa a las donaciones es ofrecer préstamos sin intereses, evitando cargas fiscales pero requerirá un contrato formal y la declaración adecuada ante Hacienda. No declarar una donación puede acarrear consecuencias graves, como la interpretación del dinero recibido como activo ilícito, con implicaciones fiscales significativas.