La reciente moderación en el ritmo de la inflación en Canadá, revelada en los datos de marzo, no debe interpretarse como una señal de alivio definitivo para los consumidores, advierten analistas económicos. Si bien el índice de precios al consumidor anual se situó en un 2,3% el mes pasado, una ligera disminución con respecto al 2,6% de febrero, persisten factores subyacentes que continúan ejerciendo presión sobre los presupuestos familiares.
El informe de Estadística Canadá señala un descenso en los costos asociados al turismo, los billetes de avión y la gasolina como principales contribuyentes a esta desaceleración. Sin embargo, este efecto se ve contrarrestado por la conclusión del periodo de exención del Impuesto sobre Bienes y Servicios (GST) y del Impuesto Armonizado de Ventas (HST), que estuvo vigente entre el 9 de diciembre y el 15 de febrero. La reintroducción de estos impuestos ha significado un incremento inmediato en el costo de una amplia gama de productos y servicios para los consumidores.
La situación se complica aún más por las tensiones comerciales transfronterizas. Las políticas proteccionistas impulsadas por el gobierno estadounidense, en particular las tarifas impuestas por la administración Trump, continúan repercutiendo en la economía canadiense. Estas medidas han elevado los costos para las empresas y, en última instancia, se han trasladado a los precios al consumidor, limitando la capacidad de Canadá para mantener una inflación consistentemente baja.

Expertos financieros señalan la importancia de comprender el panorama completo. Aunque la tasa de inflación se mantuvo por debajo del 2% hasta diciembre gracias a la exención fiscal temporal, este factor ha desaparecido. La combinación de la reintroducción de los impuestos de consumo y las barreras comerciales externas indica que las presiones inflacionarias persistirán, y posiblemente incluso se intensifiquen, en los próximos meses.
La resiliencia del mercado laboral canadiense, con una tasa de desempleo históricamente baja, también contribuye a mantener la inflación, ya que las empresas pueden verse obligadas a aumentar los salarios para atraer y retener talento, lo que a su vez impulsa los costos de producción. Esta dinámica compleja exige un monitoreo constante y una toma de decisiones prudente por parte de los responsables de la política monetaria.
La alta volatilidad en los mercados energéticos globales es otro elemento de incertidumbre. Las fluctuaciones en el precio del petróleo, influenciadas por eventos geopolíticos y cambios en la oferta y la demanda, pueden tener un impacto significativo en la inflación canadiense, dada la dependencia del país de las importaciones de energía. La adaptación a estos escenarios impredecibles representa un desafío crucial para la economía canadiense.
En definitiva, la ligera desaceleración de la inflación en marzo debe ser vista como un respiro temporal más que como una victoria decisiva. El futuro económico de Canadá dependerá de la capacidad del gobierno y del Banco de Canadá para abordar de manera efectiva los múltiples factores que continúan impulsando los precios al alza, buscando un equilibrio entre el crecimiento económico y la estabilidad de los precios.

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