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La vivencia femenina alcanza una dimensión universal

El fenómeno del "gaslighting": de la manipulación íntima a la distorsión colectiva

Desde las relaciones personales hasta los discursos políticos, el término "gaslighting" ha trascendido su origen psicológico para convertirse en una herramienta de análisis social. Su auge refleja una realidad incómoda: la erosión sistemática de la verdad, tanto en el ámbito privado como en el público. Pero, ¿cómo pasó de ser un concepto ligado a la experiencia femenina a un fenómeno universalizado?

Origen y evolución de un concepto clave

El término surgió de Gas Light, una obra teatral británica de 1938 que más tarde se adaptó al cine con Ingrid Bergman. La historia mostraba a una mujer cuya percepción de la realidad era minada por su marido, que manipulaba su entorno y la convencía de que estaba perdiendo la razón. Durante décadas, este tipo de abuso emocional se consideró un problema doméstico marginal. Sin embargo, en los últimos años, el concepto saltó a la esfera pública para describir dinámicas de poder mucho más amplias.

Según Robin Stern, psicoanalista especializada en el tema, el gaslighting es una forma de manipulación psicológica que socava la confianza de una persona en su propio juicio. Aunque puede afectar a cualquiera, afecta desproporcionadamente a mujeres, en parte por la socialización que históricamente las ha llevado a priorizar la armonía y a cuestionar su propia percepción.

De lo personal a lo político: el manejo de la verdad como arma

La popularización del término no se limita a las relaciones interpersonales. En la política, figuras como Donald Trump han sido acusadas de emplear tácticas de gaslighting al negar evidencias, tergiversar hechos y atacar a quienes los cuestionan. Rebecca Solnit, ensayista estadounidense, incluso ha comparado las estrategias de líderes autoritarios —como Putin— con las de un agresor doméstico que niega la realidad para someter a su víctima.

¿Por qué esta palabra se ha vuelto indispensable en el debate público? Stern lo atribuye a la necesidad de nombrar un malestar que antes carecía de definición. "Cuando una sociedad enfrenta traiciones sistémicas —ya sea de un gobierno o de una figura de autoridad— surge la urgencia de un lenguaje que valide esa intuición de engaño", explica.

La resistencia: ironía, ironía y acción colectiva

Frente a un mecanismo que busca la desorientación, las estrategias de resistencia pasan por la denuncia constante. La autora francesa Hélène Frappat propone el uso del humor como arma subversiva, siguiendo el ejemplo de la protagonista de Gas Light, quien, al final de la historia, devuelve las mentiras de su marido con sarcasmo. En el ámbito político, expertos como Natascha Rietdijk destacan la importancia de la solidaridad: "En el espacio público, el aislamiento es más difícil. La resistencia colectiva puede contrarrestar la manipulación".

Más que una moda lingüística, el auge del fenómeno revela una lucha por la legitimidad de las narrativas. En una era de noticias falsas y polarización, reconocer el gaslighting —y nombrarlo— es el primer paso para desactivarlo.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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