Los murales medievales, más allá de sus coloridos paisajes y detalles en miniatura, comparten un elemento peculiar: la presencia de perros y gatos junto a sus dueños en diversas escenas. Estas representaciones de mascotas en manuscritos medievales han despertado la curiosidad de investigadores sobre cómo eran nombrados estos animales en aquella época.
La relación entre humanos y animales domésticos se remonta a tiempos antiguos, con evidencias de que los perros fueron domesticados hace miles de años. En la Edad Media, se han encontrado registros de entierros rituales de perros en la Península Ibérica y la presencia de perros miniatura como mascotas en el Imperio Romano.
Aunque la idea de mascotas con el significado actual se popularizó durante la Baja Edad Media y el Renacimiento, se ha encontrado evidencia de que los animales de compañía eran valorados por su compañía y entretenimiento desde el siglo XVI en adelante.
Los nombres de perros y gatos medievales reflejaban la creatividad y el humor de la época, con referencias que van desde descripciones físicas como «Robusto» o «Patas Blancas» hasta nombres más simbólicos como «Boca Grande» o «Aura». Incluso se han registrado nombres basados en el trabajo de los dueños, como «Martillo Pequeño» para el perro del herrero.
La presencia de mascotas en la Edad Media no solo se limitaba a perros y gatos, sino que también se extendía a otras especies como pájaros, conejos, ardillas e incluso monos, especialmente entre las familias con poder y dinero que encargaban retratos de sus animales como símbolo de estatus.
Aunque algunos críticos de la época consideraban frívilo tener mascotas, la presencia de animales domésticos era común en entornos religiosos y se asociaba al prestigio y riqueza de sus dueños. Los retratos con mascotas eran un símbolo de estatus, y se cree que reforzaban la identidad personal aristocrática de quienes los poseían.
En conclusión, los animales domésticos en la Edad Media no solo cumplían funciones utilitarias, como la caza o el control de plagas, sino que también formaban parte de la identidad y el prestigio de sus dueños, reflejando la relación especial que existía entre humanos y sus fieles compañeros a lo largo de la historia.
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