Un caso insólito en Nueva Zelanda: tres niños ocultos en un bosque durante años sin ser descubiertos
Las autoridades neozelandesas investigan un suceso que ha conmocionado al país: un hombre logró esconder a sus tres hijos en un remoto bosque durante años, sin que las autoridades ni los vecinos sospecharan su presencia. El caso, descrito como "sin precedentes", ha desatado un intenso debate sobre los mecanismos de protección infantil y los límites del aislamiento familiar.
Según informes, los menores —cuyas edades oscilan entre los 6 y los 12 años— fueron descubiertos en condiciones precarias, aunque sin signos evidentes de maltrato físico. Las primeras pesquisas apuntan a que el padre había construido una estructura rudimentaria en una zona boscosa de difícil acceso, donde la familia vivía alejada de cualquier contacto social. Fuentes cercanas al caso sugieren que los niños recibían educación en casa, aunque no está claro si seguían algún programa oficial.

El hallazgo se produjo luego de que un excursionista alertara a las autoridades tras avistar "movimientos inusuales" en la zona. Tras una breve búsqueda, la policía localizó el refugio y aseguró el bienestar de los menores, quienes fueron trasladados a un centro de atención temporal. Mientras tanto, el progenitor fue detenido para ser interrogado, aunque aún no se han revelado los motivos concretos que lo llevaron a tomar una decisión tan extrema.
Expertos en psicología infantil han expresado preocupación por el impacto emocional que este aislamiento prolongado pudo tener en los niños. "La socialización es un pilar fundamental en el desarrollo. Privar a un menor de interactuar con su entorno puede generar consecuencias a largo plazo", explicó una especialista consultada. Por otro lado, organizaciones de derechos humanos han destacado la necesidad de revisar los protocolos de vigilancia en zonas rurales, donde casos similares podrían pasar desapercibidos.
El gobierno de Nueva Zelanda ha asegurado que seguirá de cerca la investigación, mientras que los servicios sociales evalúan la posibilidad de reintegrar a los niños en un entorno familiar convencional. Por ahora, el caso sigue generando más preguntas que respuestas, en un país conocido por sus altos estándares de bienestar social.
El incidente ha reabierto el debate sobre hasta qué punto el Estado puede intervenir en las decisiones de vida de las familias, especialmente cuando estas optan por modelos de crianza alternativos. Sin embargo, las autoridades insisten en que el bienestar de los menores siempre debe estar por encima de cualquier ideología.

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