El nuevo primer ministro francés, Sébastien Lecornu, se enfrenta a una moción de censura en su primer día de mandato
En medio de un clima político enrarecido y protestas multitudinarias que han sacudido las principales ciudades de Francia, el recién nombrado primer ministro, Sébastien Lecornu, ha visto cómo su mandato comenzaba bajo la amenaza de una moción de censura. La medida, planteada por la oposición en la Asamblea Nacional, ha puesto en evidencia las profundas tensiones que atraviesan el país.
Las manifestaciones, convocadas por sindicatos y grupos ciudadanos, se han extendido por todo el territorio francés como rechazo a las reformas económicas y sociales impulsadas por el gobierno saliente. Aunque Lecornu asumió el cargo con la promesa de estabilidad, su figura ya genera escepticismo entre sectores críticos, que lo ven como continuista de políticas impopulares.

Analistas políticos señalan que este escenario refleja la fragilidad de la mayoría parlamentaria y la polarización creciente en la sociedad francesa. "No es habitual que un primer ministro enfrente una amenaza de censura en sus primeras horas", destacó un experto en asuntos institucionales. "Pero la coyuntura actual es excepcional, marcada por el descontento social y la falta de consenso".
Las protestas, con bloqueos en carreteras y marchas masivas, han reavivado el debate sobre la capacidad del gobierno para impulsar cambios sin enfrentarse a una resistencia férrea. Lecornu, hasta ahora ministro de Ultramar, hereda un gabinete con una popularidad en mínimos y la presión de equilibrar reformas urgentes con la gestión de la crisis social.
Mientras, el presidente Emmanuel Macron ha respaldado públicamente a su nuevo primer ministro, insistiendo en la necesidad de "diálogo y unidad". Sin embargo, la oposición no parece dispuesta a ceder. La moción, aunque con pocas probabilidades de prosperar según las previsiones, simboliza la batalla política que se avecina.
El desenlace de este pulso podría definir no solo el futuro de Lecornu, sino también la dirección de Francia en los próximos meses. Con las calles en ebullición y una oposición aglutinada, el gobierno tendrá que navegar con precisión para evitar un desgaste irreversible.

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