La presencia de Donald Trump en el US Open: entre polémicas y protocolo televisivo
El US Open no solo ha sido este año el escenario de un emocionante duelo entre el español Carlos Alcaraz y el italiano Jannik Sinner, sino también el telón de fondo de una visita que ha generado más revuelo mediático que deportivo: la del presidente estadounidense Donald Trump. Acompañado como invitado de Rolex, su presencia ha levantado cejas no solo por las recientes tensiones comerciales con Suiza, sino también por los esfuerzos de los organizadores para evitar que posibles protestas del público fueran captadas por las cámaras.
Trump, conocido por su afinidad hacia los eventos deportivos de alto perfil, ha preferido en los últimos meses rodearse del ambiente de los estadios antes que de mítines políticos. En esta ocasión, eligió el torneo neoyorquino para presenciar la final masculina desde el palco de la marca relojera, pese a que su administración impuso hace semanas un arancel del 39% a productos suizos, una medida que ha sido calificada como agresiva incluso en comparación con los gravámenes aplicados a la Unión Europea y Reino Unido.

Un control mediático minucioso
Lo más sorprendente, sin embargo, ha sido la discreción con la que se manejó su aparición. Según fuentes cercanas al evento, la emisión televisiva evitó deliberadamente mostrar cualquier reacción negativa del público hacia el mandatario. La Asociación de Tenis de Estados Unidos (USTA) confirmó que es política habitual no enfocar "alteraciones fuera de la cancha", una norma que, en este caso, sirvió para mantener la imagen del evento libre de controversias. No es la primera vez que Trump asiste al US Open, pero sí la primera desde que fue abucheado en 2015, durante los inicios de su carrera política.
De Queens a Mar-a-Lago: un cambio de escenario
Nacido en Queens, donde se celebra el torneo, Trump fue durante décadas un rostro habitual en las gradas, reflejado incluso en las pantallas del estadio. Sin embargo, su traslado a Florida y su regreso a la Casa Blanca lo habían alejado del evento hasta ahora. Su reaparición, en un contexto marcado por tensiones internacionales y polarización interna, no pasó desapercibida para los tenistas. Alcaraz, quien buscaba su segundo título en Flushing Meadows, reconoció que la presencia de cualquier presidente es "un honor", aunque admitió que intentaría no distraerse.
Mientras tanto, la agenda deportiva de Trump sigue siendo intensa: desde el Super Bowl hasta eventos de UFC y competiciones de la NCAA, el mandatario ha convertido los grandes encuentros deportivos en una extensión de su presencia pública. Pero en esta ocasión, más que los gritos del público o los golpes de raqueta, lo que quedó en el aire fue una pregunta: ¿hasta qué punto el deporte puede mantenerse al margen de la política cuando una figura como Trump ocupa el palco?
El partido, en cualquier caso, tuvo su propio protagonista: Alcaraz cayó ante Sinner en una final que dejó emociones tenísticas puras. Pero la sombra de la diplomacia, los aranceles y los protocolos televisivos demostró que, a veces, el juego tras bastidores es igual de intenso.

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