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Estudio evalúa cómo afecta la capacidad operativa de las fuerzas armadas

La resiliencia en el campo de batalla: más allá de la tecnología y los números

La historia militar está repleta de ejemplos que desafían la lógica más elemental: ejércitos aparentemente inferiores logran resistir contra fuerzas abrumadoras, mientras que otros, con ventajas materiales claras, se desploman en cuestión semanas. La guerra de Vietnam, donde un ejército con recursos limitados resistió a la superpotencia estadounidense, o la caída de Francia en 1940, contrastando con su férrea defensa durante la Primera Guerra Mundial, plantean una pregunta incómoda: ¿qué convierte a un ejército en efectivo?

Material vs. Moral: La ecuación incompleta

La doctrina militar clásica solía atribuir el éxito en el campo de batalla a factores tangibles: tecnología, número de tropas y capacidad logística. Sin embargo, casos recientes como la resistencia ucraniana frente a Rusia han demostrado que la voluntad de lucha y la cohesión interna pueden equilibrar una balanza desfavorable. El general estadounidense Walter D. Kerwin ya advertía en los años 70: "Los valores necesarios para defender una sociedad a menudo chocan con los valores de esa misma sociedad". Este desajuste, entre lo que exige la guerra y lo que tolera una democracia, sigue siendo un desafío estratégico.

Innovación y adaptación: Lecciones no aprendidas

Los conflictos del siglo XXI han dejado en evidencia que la superioridad tecnológica no garantiza victorias rápidas o permanentes. Estados Unidos invirtió billones en drones y sistemas de inteligencia durante sus intervenciones en Irak y Afganistán, solo para verse superado por tácticas rudimentarias como los artefactos explosivos improvisados. Por otro lado, la guerra en Ucrania ha revitalizado debates olvidados: la importancia de la industria bélica nacional y la capacidad de sostener un esfuerzo prolongado. Según análisis recientes, las reservas occidentales de munición de alta precisión se agotarían en menos de dos semanas en un conflicto a gran escala.

Mientras tanto, herramientas de bajo costo, como los drones comerciales reconvertidos, han demostrado ser igual de disruptivas que sistemas militares de última generación. Este fenómeno redefine el concepto de asimetría: ya no se trata solo de tácticas, sino de economías de guerra.

El mito de la batalla decisiva

Desde Napoleón, la obsesión por encontrar un punto de inflexión que decida una guerra ha llevado a errores de cálculo con consecuencias catastróficas. La invasión rusa de Ucrania es un ejemplo reciente de cómo la expectativa de una campaña relámpago se convierte en un conflicto prolongado. Como señaló el historiador Cathal J. Nolan, "las guerras modernas no solo involucran ejércitos, sino a sociedades enteras y sus pasiones".

La lección histórica es clara: ni los avances tecnológicos ni la superioridad numérica son suficientes cuando falta coherencia estratégica, adaptabilidad y, sobre todo, la determinación de quienes combaten. En un mundo donde los conflictos se internacionalizan y prolongan, la verdadera efectividad militar podría medirse menos en gadgets y más en la capacidad de aprender, resistir y reinventarse.

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Artículo basado en análisis estratégicos y fuentes académicas revisadas por expertos en estudios de Defensa y Relaciones Internacionales.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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