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China analiza su postura estratégica frente a la invasión rusa de Ucrania

La Estrategia Silenciosa de China Ante el Conflicto en Ucrania: Un Juego de Poder con Ojos Puestos en el Pacífico

Mientras Occidente se debate entre sanciones y envíos de armas a Ucrania, China ha optado por una estrategia calculada en el tablero geopolítico. Ni condena abierta ni apoyo explícito a Moscú: Pekín mantiene una neutralidad pragmática que le permite fortificar su influencia global. Las abstenciones reiteradas en votaciones clave de la ONU, sumadas al flujo discreto de componentes tecnológicos chinos hacia la industria bélica rusa —especialmente drones—, revelan un doble juego.

Según informes recientes, el 92% de las piezas utilizadas en los drones rusos proceden de fabricantes chinos, un dato que pone en evidencia la dependencia estratégica de Moscú hacia su aliado oriental. Sin embargo, Pekín evita respaldar oficialmente las anexiones territoriales rusas, consciente de que un gesto así podría reavivar el debate sobre Taiwán y alterar el equilibrio de la política internacional.

Rusia, un Aliado Incómodo

La relación sino-rusa es un entramado de intereses y tensiones históricas. Aunque ambos países han reforzado su cooperación económica —con Rusia convertida en un socio comercial vital para China tras las sanciones occidentales—, Pekín no olvida los conflictos fronterizos del pasado ni reclamos territoriales como el de Manchuria Exterior. La guerra en Ucrania ha dejado a Moscú aislado y más vulnerable, algo que China aprovecha para consolidar su posición como potencia hegemónica.

Pero hay un límite: Pekín no desea una victoria rotunda de Rusia. Un Kremlin fortalecido podría desafiar sus intereses en Asia Central o alentar a Corea del Norte, un actor impredecible en la región. Tampoco quiere un triunfo ucraniano, que reforzaría la cohesión de Occidente. El estancamiento le conviene.

Lecciones para el Pacífico

El conflicto en Ucrania sirve a China como campo de pruebas. Observa con atención la capacidad de producción militar de Occidente —lenta y burocrática— frente a la agilidad de sistemas autoritarios como el suyo. Mientras Europa y Estados Unidos debaten plazos y presupuestos, Pekín evalúa cómo reaccionaría la comunidad internacional ante un eventual escenario similar en el Mar de China Meridional o Taiwán.

Un desembarco en la isla requeriría una movilización sin precedentes, difícil de ocultar. Pero China confía en que la fatiga bélica de Occidente y las divisiones internas entre sus aliados podrían jugar a su favor. La clave está en Ucrania: si Occidente demuestra firmeza y unidad, Pekín podría replantearse sus ambiciones. Si no, el Pacífico podría ser el próximo escenario de tensión.

El Futuro Incierto

Mientras tanto, China sigue apostando por el desgaste mutuo. Cada mes de conflicto en Ucrania debilita a Rusia, erosiona la imagen global de Estados Unidos y fractura la cohesión europea. Pekín no tiene prisa: su mirada está puesta en el largo plazo, donde el poder se mide en influencia, no en batallas.

El mensaje es claro: en el siglo XXI, las guerras no solo se ganan en el campo de batalla, sino en los despachos donde se tejen las alianzas y se calculan las dependencias. Y China, maestro del ajedrez geopolítico, sigue moviendo sus piezas con paciencia.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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