En el corazón de Texas, un gesto de resistencia política se convierte en símbolo de lucha. La representante estatal Nicole Collier, demócrata por Fort Worth, ha decidido convertir el hemiciclo en su dormitorio como protesta contra la exigencia republicana de que los legisladores de su partido acepten escoltas policiales las 24 horas para evitar nuevas ausencias que retrasen el rediseño de los distritos electorales.
La medida responde al intento del partido gobernante por consolidar una ventaja en la Cámara de Representantes mediante un polémico rediseño de los mapas, una maniobra que ha sido calificada como "gerrymandering" por la oposición. "No solo están anulando nuestro voto, quieren silenciarnos. Pero no lo conseguirán", declaró Collier desde el suelo del Capitolio, donde permaneció más de 24 horas con una manta y una almohada, compartiendo imágenes de su protesta en redes sociales.
Un pulso político con ramificaciones nacionales
El conflicto trasciende las fronteras de Texas. Mientras los republicanos buscan ampliar su mayoría en el Congreso federal, los demócratas de estados como California impulsan contrapropuestas para neutralizar el impacto de la redistribución de escaños. La batalla refleja una polarización creciente, donde cada movimiento táctico puede alterar el equilibrio de poder en Washington.

Collier, abogada de profesión, denunció que la vigilancia policial perpetúa la criminalización de comunidades ya sobrevigiladas: "Es humillante y desproporcionado". A pesar de las comodidades mínimas —un baño cercano y comida llevada por colegas—, su determinación no flaquea. "Si tengo que quedarme hasta el Día del Trabajo, lo haré", afirmó.
La indiferencia republicana
El portavoz de la Cámara de Texas, Dustin Burrows, restó importancia a la protesta, insistiendo en que la prioridad es avanzar en reformas educativas y fiscales. Mientras, analistas subrayan que el resultado de este forcejeo podría definir no solo el mapa electoral de 2026, sino también el futuro de las minorías en distritos clave.
En California, donde los demócratas controlan el proceso, la estrategia es distinta: buscan aprobar un nuevo mapa mediante consulta popular para evitar impugnaciones legales. El contraste entre ambos estados evidencia las tensiones de un sistema donde la geografía electoral se dibuja con tinta partidista.
La resistencia de Collier, aunque solitaria, ilumina una disputa que cuestiona los límites de la democracia. Entre mantas y tweets, su mensaje es claro: la batalla por la representación justa no se libra solo en las urnas, sino también en los gestos que desnudan las asimetrías del poder.

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