La urgencia de un tratado pandémico que priorice los derechos humanos y la equidad
En la era post-covid, el mundo se enfrenta a un reto crucial: la necesidad de un tratado pandémico que coloque a los derechos humanos y la equidad en el centro de la cooperación internacional. La pandemia del COVID-19 ha demostrado de manera contundente que las emergencias sanitarias no reconocen fronteras nacionales, y que la respuesta a estos desafíos globales debe ser igualmente global y solidaria.
Sin embargo, el proceso de negociación del tratado pandémico de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha revelado una preocupante tendencia: el énfasis en los intereses soberanos de los estados por encima de la salud pública global. Los borradores iniciales del tratado planteaban un enfoque cosmopolita, reconociendo el valor moral inherente de todas las personas, independientemente de su nacionalidad, y estableciendo obligaciones hacia el bienestar colectivo global. No obstante, las revisiones posteriores han diluido estos compromisos, debilitando las disposiciones para la cobertura universal de salud y el enfoque «Una Salud», que integra la salud humana, animal y ambiental.

Esta erosión de los principios éticos y solidarios tiene graves consecuencias. La historia ha demostrado que la priorización de los intereses nacionales sobre la cooperación global puede llevar a una distribución inequitativa de recursos, como se vio durante la pandemia del COVID-19, cuando los países más ricos acapararon las vacunas, dejando al resto del mundo, especialmente en el Sur Global, en una situación de vulnerabilidad extrema.
La experiencia de Nueva Zelanda, cuyo manejo inicial de la pandemia fue ampliamente elogiado, también puso de relieve los peligros del nacionalismo sanitario. A pesar de su éxito, su enfoque se caracterizó como una victoria nacional más que como parte de un esfuerzo colectivo global, lo que finalmente exacerbó las desigualdades globales y redujo la voluntad política de compartir recursos y conocimientos a través de las fronteras.
La protección de los derechos humanos en el contexto de las pandemias es otro aspecto crítico que ha sido desatendido. Las pandemias inevitablemente exacerban las inequidades sociales existentes, afectando de manera desproporcionada a migrantes, refugiados, comunidades indígenas, minorías racializadas y personas con discapacidades. Sin compromisos explícitos y exigibles para proteger los derechos de estos grupos, las respuestas a futuras pandemias corren el riesgo de perpetuar y amplificar las injusticias existentes.
Es imperativo que el tratado pandémico sea reformulado para priorizar la equidad, la solidaridad y los derechos humanos. Esto implica reinstaurar compromisos vinculantes para el acceso equitativo a contramedidas pandémicas, como vacunas, terapéuticos y diagnósticos. También es crucial institucionalizar sistemas globales de vigilancia y compartir información de manera transparente y equitativa.
En última instancia, el tratado pandémico no es solo un documento tecnocrático, sino un test para la disposición de la comunidad internacional a reconceptualizar la soberanía en el siglo XXI. En un mundo interconectado, la verdadera soberanía implica un compromiso con la cooperación, el compartir y acciones que protejan a la humanidad en su conjunto. La siguiente pandemia es inevitable, y será un momento decisivo para la humanidad: si avanzamos hacia una cooperación internacional basada en la solidaridad y los derechos humanos, o si sucumbimos a los intereses nacionales a corto plazo. La elección que hagamos hoy definirá el curso de la historia.

GIPHY App Key not set. Please check settings