El Poder de la Brujería en la Política Africana: Un Arma de Doble Filo
En varios países africanos, la creencia en la brujería no es solo un elemento cultural o religioso, sino también un factor de peso en la esfera política. Para algunos líderes, esta práctica ancestral sirve como herramienta de legitimación y control, mientras que para otros se convierte en un obstáculo que alimenta divisiones y estigmatización.
Un caso emblemático es el de Malawi, donde la brujería ha sido utilizada para justificar medidas radicales, como la prohibición de ciertos rituales tradicionales bajo el argumento de combatir el "maleficio político". Sin embargo, estas acciones suelen generar controversias, ya que muchos ciudadanos interpretan estas prohibiciones como intentos de silenciar a la oposición o marginar a comunidades enteras.

Por otro lado, en naciones como Nigeria o Sudáfrica, líderes políticos y empresarios recurren a hechiceros o "sangomas" para asegurar victorias electorales o éxito en sus negocios. La fe en estos rituales persiste incluso entre las élites urbanas, demostrando que la modernización no ha erradicado estas creencias, sino que las ha adaptado a nuevos contextos.
No obstante, esta dinámica también tiene víctimas. Acusaciones de brujería han sido empleadas históricamente para perseguir a rivales, activistas o incluso niños en situaciones de crisis sociales. Organizaciones de derechos humanos han documentado casos donde estas acusaciones derivaron en linchamientos o exilios forzados, especialmente en zonas rurales con sistemas judiciales débiles.
Aunque la brujería en África no puede reducirse a un mero instrumento político, su influencia en la toma de decisiones y la cohesión social es innegable. Mientras algunos la ven como una fuente de identidad, otros la señalan como un freno al desarrollo. Lo cierto es que, en un continente donde lo espiritual y lo terrenal están íntimamente ligados, su papel sigue siendo tan relevante como polémico.

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